martes, 16 de junio de 2009

En busca de un pavo real

Bajo la ventana y le pregunto al señor del auto amarillo por la gandhi de Miguel Ángel de Quevedo. Se toma su tiempo para responder, el semáforo aún tiembla en rojo pero podría ponerse verde en cualquier instante. Me da la impresión que conoce la zona como la palma de su mano y aún así no se anima, es como si la pregunta en sí le hubiera decepcionado; aguarda unos segundos más, dirige una mirada efímera a mi playera a la altura de los senos y suelta la respuesta.
Hace dos meses recibo un mail de una revista, leyeron los cuentos que les mandé, fueron aprobados por el consejo editorial y han decido publicarlos en el próximo número. No conozco a los del consejo, no sé absolutamente nada de ellos, podrían tratarse de una banda de mentecatos con la hormona a flor de piel, en el mejor de los casos se turnaron los cuentos para metérselos al baño mientras se masturbaban con la mano libre. Me pongo feliz.
Tomo a la derecha, atravieso dos cuadras y me topo con un parque, alcanzo a divisar la G de la librería a lo lejos. Creo entender la decepción del señor. Maneja por Insurgentes después de una larga y tediosa jornada laboral, el tráfico está de la mierda, el aire acondicionado no funciona y su camisa azul es un trapo empapado. Una mujer baja la ventana de su auto, las posibilidades se despliegan como la cola de un pavo real, ¿por qué no? ¿acaso la vida no está colmada de encuentros fortuitos?
La emoción me dura todo el día, le cuento a Celia y a mi mamá, le mando un mail a Jesica que vive en España. Me escriben nuevamente de la revista para pedirme unos datos. Me quedo clavada en el Internet toda la mañana en espera de otro mail. No recibo ninguno, ni de la revista, ni de Jesica, tampoco de otra publicación a la que no he mandado mis cuentos.
Y de todos lo colores del abanico escojo el negro, el que se confunde con sus ojos, el que te hace perder el interés y en ocasiones hasta bostezar; por eso la actitud de derrota, por eso se dilata en darme las indicaciones precisas para llegar al sitio; porque le cae el veinte que ese encuentro no tiene nada de fortuito, que no marcará su vida ni le alegrará el resto del día.
La Gandhi está a reventar de libros, hacía más de diez años que no pasaba por ahí y me sorprende. Me compro una botella de agua fría y pregunto por la sección de revistas. No encuentro la que busco, un dependiente me ofrece ayuda, no recuerdo el nombre de la revista, la de la banda de mentecatos, se me ocurre decirle. La hallo en una esquina, detrás de una de motocicletas. La hojeo de pie, leo un párrafo de la nota editorial y echo una mirada a la cafetería, nadie me devuelve la mirada. Leo el nombre de los editores, no me suenan. Busco una mesa, extiendo la revista y recorro hoja por hoja. El mío está en la veintisiete. Ocupa una cuarta parte de la página. Me pongo feliz.
Releo el texto cuatro veces seguidas, descanso sólo para tomar un trago de agua helada y echar una mirada dispersa al lugar, lo hago tan de prisa como puedo, no quiero dar pie a ningún tipo de intercambio gestual, no quiero decepcionarme por no hallarlo.
Me tomo el resto del agua de un jalón, cierro la revista, leo un par de veces el título haciendo esfuerzo por guardarlo en mi mente. Experimento cierta pereza.
Ya nada me retiene en este lugar. Ningún pavo real parece estar acercándose. Pago el ejemplar y salgo de la librería.
Me arrepiento en cuanto piso la calle. Camino de vuelta, extraigo un papel de mi bolsa, garabateo unas cuantas frases, pido al cajero un pedazo de pegamento, pego el papel sobre mi cuento, acomodo la revista justo al centro, haciendo a un lado las demás.
Recorro la privada donde estacioné el auto con una sonrisa demasiado obvia, el corazón me palpita como si hubiera cometido una tremenda travesura.
Me sorprendo al ver una pluma verde con anaranjado tirada en la acera al pie del auto. Es bastante pequeña. Podría ser de uno de los pájaros que revolotean encima de esos árboles.
Enciendo la marcha sin perder la sonrisa. El abanico de posibilidades que ofrece un pájaro no debe menospreciarse.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Tamar:
Delicioso!!! Suave pero profundo!!!
Sólo leerte me pone de buen humor!!
Ya se te extrañaba.
Muchos besos y felicidades!!!
Ilana B.

Lupita dijo...

¡Hola, Tammy! Me gustó mucho: fue genial reencontrarme con tu humor y esa capacidad tan tuya de sugerir una gran gama de percepciones a partir de una pequeña "rebanada de vida cotidiana". No abandones tu blog, tus fans te queremos ver más seguido.

Anónimo dijo...

Tammy:
¿Estaba yo ahí contigo o me lo imaginé...? Eso es estado de alerta y estado de inocencia (seguro yo era la de la inocencia) La neta mi tammy, es que eres como esponjita; recojes una anécdota de lo más cotidiana y trivial para hablar de un asunto que surca hasta la médula...
Te admiro y ya te extrañaba, gracias por volver a compartirte (¡coda!)
Besitos,
Lis.

Anónimo dijo...

Gracias, una de tus fans ya está mas contenta que antes. Y coincido con Lis, trivial anécdota (aunque cargada de grandes triunfos) que al final, la forma en que lo cuentas equivale como al café de todas las mañanas, las pequeñeces que escogemos volver extra-ordinarias en nuestra vida y que nos hacen vibrar más y más. (me clavé?) Gracias por traernos de vuelta a tu mundo!
Monica

caballoazul dijo...

Tammy, eres una buenaza, en todo.
un beso
A

milly dijo...

Lo que más me gusta (además de tenerte de regreso) es la capacidad que tienes de provocar en tus lectores las enormes ansias de saber más, de descubrir lo que no dices, de leer lo que no escribes, de inventar lo que no nos compartes, y esa expectativa, esa curiosidad despertada por ti, te la aplaudo y te la agradezco. Cuando en la literatura ya todo está “picadito y a la boca“ es rico encontrarse con la tuya. Cuando en la vida todo parece “áspero“ es chido encontrase con tu presencia.Te quiero.

Anónimo dijo...

TE IMAGINO SENTADA ESCRIBIENDO Y CREO QUE DISFRUTAS COMO NOSOTROS DE TU INGENIO ADELANTE ERES MI ORGULLO MUCHA IMAGINACION PERO DENTRO ESTA LO REAL DE LAS COSAS PARECE COMO SI TE METIERAS DENTRO DE UNO

saloask dijo...

muy bueno, pero no entendi que es el papel que dejas adentro de la revista?

la oruga... que te sigue dijo...

Si querida Tamy, que manera de volar mi imaginación con ideas e imágenes al leer-te.
Estoy intrigada por saber lo que dejaste en el papel.. aunque creo que fue algo como una mentada de madres, jajajaj

sigue deleitandonos con tu humor.
Anette

Anónimo dijo...

Como siempre me encanta leerte (aunque tarde, eso no lo puedo evitar). Me gusta mucho que metas en tus cuentos tu quehacer literario ya que se ve que te asumes como escritora y bueno, es lo que eres, y una muy buena por cierto. Felicidades!!! Ilana