sábado, 23 de junio de 2007

Paciente

Sala de espera del dentista. Cierro los ojos. Parados detrás de la puerta, su espalda recargada en ella, yo de frente a él, deja olerte, susurra, levanta mi brazo y arrastra su nariz por él hasta detenerse en la axila, me pasa lo que a ti, el fin de semana me encuentro bien, pero te veo y me vuelvo loco…
Señora Fernández. Abro los ojos. Puede pasar.
No soy Sra. Fernández. Cierro los ojos. De nuevo detrás de la puerta, yo de frente a él, deja olerte, susurra, levanta mi brazo y arrastra su nariz que se detiene en la axila, me pasa lo que a ti, el fin de semana me encuentro bien, pero te veo y me vuelvo loco, ven, acércate más, esos labios tuyos me matan, quiero hacerte el amor…
Señora Martínez. Abro los ojos. Pase por favor.
No soy Sra. Martínez. Cierro los ojos. Puerta, deja olerte, mi axila, me vuelvo loco, ven, esos labios, quiero hacerte el amor, ¿vamos enfrente?, al hotel, te deseo, no aguanto más, bésame, sí, quítate la playera, la puerta está con llave, ¿te da vergüenza?, tus senos son hermosos, deja sentirlos…
Señora González. Abro los ojos. Adelante.
No soy Sra. González. Cierro ojos. Puerta, deja oler, axila, labios, hacerte el amor, hotel, no, bésame, quítatela, tus senos son hermosos, deja sentirlos, mira cómo me tienes, siente, dame tu mano, ven, acerca tu oído, te quiero decir algo, en el oído, sí, te amo, preciosa, te amo…
Señora Beltrán. Aprieto los dientes. No abro los ojos. Señora Beltrán. Me vale. Que se espere. No abro los ojos. Señora Beltrán ¡Qué insistencia! Ahora no. Señora Beltrán. Me rindo. Desenredo mis piernas, finjo un bostezo y abro los ojos. Disculpe Señora Beltrán, el doctor está un poco atrasado, se ha presentado una emergencia y no sabe cuánto tiempo más tardará, ¿Le gustaría regresar la próxima semana o continúa esperando…?
Cierro ojos. Mis labios se estiran involuntariamente. No puedo verlos pero podría jurar que se trata de una sonrisa.

martes, 12 de junio de 2007

Pachanga cerebral

Oigo voces en la cabeza. El terapeuta de Miguel piensa que podrían ser indicios de esquizofrenia, es un estúpido. Es sólo una forma metafórica de decir que estoy hecha bolas. Me subo al coche, Miguel habla por el celular, espera a que cierre la puerta y acelera. Una voz me dice que me apresure, ya falta poco para la fiesta de quince de Mariela, dos años y once meses. ¿Poco? Interrumpe otra voz más gruesa ¿No te parece que exageras? No entiendes, no se trata de la preparación, me preocupa la sonrisa con la que debo recibir a los invitados, no aparece. Te complicas demasiado. ¿Llamaste a mamá para felicitarla? No, Miguel, lo olvidé, mañana lo hago. Cambia de estación, encuentra una de Pink Floyd y le sube al volumen. Has desayunado como cerda, dice una voz chillona, prometiste hacer dieta, cuidarte de los postres, comer cuatro carbohidratos al día; son las nueve y ya llevas tres, las matemáticas no se te dan ¿cierto? No la escuches, interviene una tenue, te ves bien, el peso es lo de menos, ya tendrás tiempo para ocuparte de eso, ahora concéntrate en ti, en Miguel y en ti, en Mariela y en ti, en Beny y en ti, en regresarle a Jimena los vestidos de noche que te prestó, ya llevan más de tres meses colgados en el clóset, o quizá en acomodar esas fotos en el álbum, haz las cuentas, ya son casi dos años de imágenes arrumbadas en el cajón. Pon orden. ¿Y la vacuna de Beny? Llevas un año de retraso ¿Cuánto más piensas arriesgar? ¿Me vas a acompañar a Veracruz? Todavía no sé, Miguel. Pues decide ya, es muy simple ¿quiéres venir conmigo o no? Toma una decisión por una vez en tu vida. Miguel habla y yo pienso en la clase de natación del miércoles, no la podré tomar, es el bautizo de Germán, debo llamarle al profesor a cancelar, ¿dónde apunté su teléfono? Jimena seguro lo tiene, pero…¿y si me pregunta por los vestidos? Dejaré plantado al profesor. Miguel me mira, presiento que espera una respuesta de mi parte, no oí la pregunta, me mira y no tengo idea de qué decir. Me mira, temo pedirle que me repita la pregunta. En su lugar levanto mis hombros y alcanzo a susurrar un no sé. Miguel se pasa la lengua por los labios y acelera. Alcanzo a percibir que mi respuesta no fue de su agrado. Llegamos al colegio, entrega las llaves del auto al cuidador y camina hacia el salón de maestros, nos invitan a pasar a un cubículo de cristal. En la mesa hay dos platos de cerámica, uno contiene pasitas de chocolate, el otro cacahuates japoneses. Mi mano se detiene a un lado de las pasitas. No agarres, dice la voz chillona de antes. No le hagas caso, responde la tenue, pero los cacahuates se ven más suculentos, si ya vas a engordar hazlo por algo que valga la pena. Pasitas. Cacahuates. Pasitas. Cacahuates. Regreso la mano vacía y la dejo sobre el muslo. Miguel coge un puño de cacahuates y se los mete de golpe a la boca. Me mira. No descifro la intención de sus ojos, pero la imagino. Miro a la maestra que ha comenzado a hablar. Mariela es respetuosa, conoce las reglas del salón y las acata, posee buenas amistades, en matemáticas tiene problemas con la raíz cuadrada pero se muestra dispuesta a mejorar, en deportes hubo un incidente… Mañana es el concierto de Keane, invité a Susana, quedamos de vernos antes para tomar algo, una copa de vino, no, mejor un tequila, suena bien. Y al final Mariela pidió disculpas. Miguel coge otro puño de cacahuates y se los mete de golpe a la boca. Su ortografía es excelente, se ve que tiene una escritora en casa. Me mira como si fuésemos cómplices, como si estuviera dentro de mi cabeza, como si fuera testigo de las horas que paso frente a la computadora, me fijo en ella, advierto que mueve la cabeza en cámara lenta de arriba hacia abajo, sonríe, me da la impresión de que es una marioneta, alguien la maneja por detrás, estoy segura, me paro, camino y me asomo hacia atrás de su espalda. No encuentro a nadie. Miguel me mira con desconcierto. La maestra también. No digo nada. Regreso a mi silla y miro las pasitas. En diez años ya no serás bonita, habla una voz rasposa, tendrás más canas, una panza con celulitis, te enfermarás, artritis, alzheimer, un accidente, silla de ruedas, quedarás ciega, manca, atrofiada. Mariela obtuvo la mejor puntuación en el certamen de conocimientos generales, respondió a todas las preguntas con una soltura impresionante, no le temblaba la voz, es una niña muy segura de sí misma, se nota que tiene una linda familia en casa. PUUUUUUUM. Explota una bomba de esas llenas de dinamita en forma de pelota negra, imagino que me golpea el estómago, me tuerce el cuerpo hacia delante y vuelo por los aires hasta desaparecer. Tengo la boca seca, trago la poca saliva que encuentro y siento agruras. No tomé el azantac. Creo que eché un paquete de tums a mi bolsa. Meto la mano, escarbo, una cartera, un estuche de pinturas, una agenda electrónica, un papel doblado en cuatro, una llave suelta, una envoltura de chocolate, un lápiz sin punta, encuentro los tums, cojo dos y los mastico. Hago ruido a propósito con la boca y Miguel me mira. En la noche es la cena en casa de Daniel. No quiero ir. No quiero poner buena cara. La maestra se acerca a mi oído, me pregunta sobre la frecuencia de nuestras relaciones sexuales, las posiciones que utilizamos, quién es el encargado de tomar la iniciativa, quién el que termina primero. Deja de fantasear. A nadie le interesan tus cuestionamientos, la vida es más simple de lo que crees. No es verdad, es tan pesada como un trozo de acero, despierta, camina, duerme, respira, eso es, respira, si te ahoga su mirada no lo mires, cierra los ojos. No te atrevas a hacerlo, creerán que no te interesa la evaluación de tu hija, mantenlos abiertos, haz un esfuerzo por una vez en tu vida. Levántate de la silla y lárgate de ahí. Demuéstrales quién eres en realidad, no puedes ni seguir el hilo de sus palabras, no te hagas la imbécil, no te interesa la evaluación de Mariela, no te interesa nada, no seas cobarde y acéptalo. Tranquila, no seas tan drástica, ya falta poco, aguanta unos minutos más, después podrás encerrarte en tu coche con las ventanas cerradas, el aire acondicionado a todo y el disco que acabas de grabar. Esto es demasiado, la maestra habla como si fuese una experta en tu hogar, parece haber recibido el título de Licenciada en estudios de la Familia Alcántara, que se vaya al carajo, ella y la maldita escuela, al carajo con todo, levántate de la silla ¡Hazlo!
Nos subimos al auto, Miguel arranca el motor. Entonces… ¿Me acompañas a Veracruz? Me cubro los oídos con las manos. No escucho voces, sólo la mía. Levanto los hombros y respondo: No sé.